Tenía 22 años cuando mi corazón se rompió por primera vez.
Me llamó y me dijo que se dirigía a mi casa y que quería hablar. Supe de inmediato lo que estaba pasando. Sabía que este era nuestro final.
Y aunque mi corazón se rompió en un millón de pedazos, me las arreglé para encontrar el valor en mí para conocerlo y tener una conversación desgarradora.
Tuve que experimentar todo, el miedo, las manos sudorosas, el latido acelerado, el miedo y el dolor insoportable de todo lo que iba a pasar.
Me recogió y nos fuimos a un lugar tranquilo. Duele. Fue una de las experiencias más dolorosas de mi vida. Lamenté la pérdida de la relación durante casi un año.
Estaba tan profundamente herido y mi corazón estaba tan roto, pero aún así, no podía renunciar a los recuerdos que compartimos.
Han pasado 5 años desde entonces y realmente espero que esté feliz; una cosa que sé con certeza es que me alegro de que rompiera conmigo esa noche. Porque nunca habría encontrado la fuerza para hacerlo yo mismo.
En algún momento después de esta dolorosa ruptura, mi mejor amigo decidió poner fin a nuestra amistad.
Ella me dijo que tenia la sensación de que no nos estamos desarrollando juntos y que mental y energéticamente no estamos al mismo nivel.
Me dijo que necesitaba espacio para concentrarse en sí misma y que quería cambiar su vida y conocer gente nueva. Fue un momento muy duro para mí.
En ese momento me sentí abandonado. No podía entender cómo podía hacerme esto, justo cuando me estaba recuperando de todo el mal de amor y el dolor de la relación anterior.
El dolor que sentí durante este tiempo se sintió insoportable porque los dos siempre estuvimos juntos, siempre compartimos todo, alegría y tristeza, hoy entiendo por qué me dio la espalda. Puedo entender su decisión y no la culpo.
En ese momento perdí a mucha gente. Sin peleas. Simplemente sentía que había llegado el momento de hacerlo. Y eso me hizo darme cuenta de que a veces no necesitamos una razón para separarnos de los demás.
A veces simplemente seguimos adelante y nos distanciamos de nuestras relaciones anteriores.
He notado que la mayoría de las amistades que tenía en la escuela secundaria o mientras estudiaba se rompieron porque en ese entonces solo era importante para nosotros tener a alguien que pudiera usar nuestra energía para salir, festejar y levantarse temprano para la clase a las 7:30. Comparte.
Rompimos y nos perdimos. No porque no tuviéramos una amistad real, sino porque resultamos ser personas diferentes con diferentes pasatiempos e intereses.
Y aunque me sigue costando ver las fotos con la gente que ya no esta en mi vida, Les deseo todo lo mejor y atesoro estos recuerdos. No me arrepiento de habernos evitado.
Entiendo que necesitábamos esta experiencia para poder desarrollarnos y crecer por nuestra cuenta. Si no fuera por estas experiencias, no estaría viviendo la vida que vivo hoy. No sería quien soy hoy.
Todas estas relaciones me han moldeado y me han hecho darme cuenta de lo que quiero en la vida y del tipo de personas que necesito a mi lado. Y no cambiaré donde estoy ahora por nada en el mundo … ¡por nada!